CARTA IV
Hola Cleo en mi vida,
Cada vez que te nombre voy a pensar
que me hubiera gustado ser quien iniciara la ostentación del deseo.
Te siento pequeño sobre mis piernas, queriendo subir a los hombros, escalando por mi abdomen y remoloneando en mi sierra. La sierra que el primer día que te ví, vestí con florcitas amarillas por si acaso, por si te gustaba la manzanilla con una pizca de cacao.
Te siento pequeño sobre mis piernas, queriendo subir a los hombros, escalando por mi abdomen y remoloneando en mi sierra. La sierra que el primer día que te ví, vestí con florcitas amarillas por si acaso, por si te gustaba la manzanilla con una pizca de cacao.
Sos tan hermoso como ese gatito que
encontré en el piso de Valencia para la época de Fallas. Tan hermoso era ese gatito que a mi
regreso quería un compañero ronron: la libertad acariciándolo todo,
viendo sin pestañear, sintiendo el mundo sin morder.
Pero conocerte, mientras tomaba vino en el taller de mi amiga en Haedo, superó cualquier anhelo gatuno, ése y otros más. Sí, no te miento.
Pero conocerte, mientras tomaba vino en el taller de mi amiga en Haedo, superó cualquier anhelo gatuno, ése y otros más. Sí, no te miento.
Porque es tu gris plata la noche que
necesito para habitar el misterio que aún no se atreve a dar la cara. Porque
son tus ojos diáfanos los que me van a llevar a la luna de mi playa
imaginaria.
Me gustás Cleo,
te conozco poco y mucho te quiero.
Belén
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| Gatito valenciano |



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