Tengo ganas

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    Alguien se hizo pasar por un rumano y me escribió una carta. Estaba tan obsesionada con esa Rumanía de la foto y lo que dijeron de Natalia Oreiro -a partir de las 800 visitas- que esperaba realmente esa carta. Cuando le conté a mamá lo de Natalia, recordó cómo me llamaba el tío Roberto durante la infancia y reí mucho, tanto que busqué alguna foto y encontré. Tu veneno fue mi primer casete, a Clara le regalaron Antología de Shakira y a mí ése, con la medusa en la cabeza. Bailaba la casa flexionando las rodillas, moviendo las manitos a la altura de la cintura y cantando con fervor. No sé cuántos años tenía, se me viene la escena del tío en los cumpleaños. Su casa, en Villa Constructora, está emplazada en un terreno muy grande, un pasillo de casi cien metros une el lavadero con la parrilla; yo bailaba en esa línea de cemento avanzando hacia el quincho y cuando llegaba al segundo árbol, escuchaba que desde la parrilla el tío me daba la bienvenida diciendo: -¡Ahí viene la Bechu Oreiro!- con esa tonada cordobesa inconfundible.

    ¿A qué edad registré ese recuerdo? Hoy Olivia subió al taller y se desenvolvió hermosa, como siempre. Todos mis espacios están llenos de cosas frágiles, peligrosas y con agua; y ella, cual hadita con alas de mariposa, nada lastima ni nada la lastima. Siendo niña, está bueno ser hada y mariposa. 

    Estoy terminando de escribir la publicación y papá, mientras se arma un sándwich de jamón y queso, repara en el casete apoyado sobre la mesa de la cocina: -Uy, mirá ese casete de Natalia Oreiro... de las primeras veces que íbamos a Uruguay- dice sonriendo. 

    Puede que yo, Belén, necesite poco para escribir, como cualquier persona que tiene ganas de hacer algo. Escribir, a veces, se parece a mentir, a mí me gusta más cuando no se parece ni lo es.