Pajarita

    

Estoy escuchando Girasoles , me gustan todas las canciones de Lolita

    Algunos días me levanto siendo más buena que otros. Mary Oliver dice "no tienes que ser buena". Lo que sucede es que hay pájaros reclamando en mi propio cuerpo la parte de mi cuerpo que les pertenece. Jorge, de Trilce Radio, me preguntó la semana pasada si yo percibía una nueva narrativa en el transcurso de la pandemia, respondí rápido porque estaba un poco nerviosa, debí detenerme a pensar más. En estos meses aparecieron los pájaros, los leo en el inicio de Instagram y hace unas semanas El moderno presentó "La asamblea de pájaros". Recuerdo que, a raíz de la lectura de Rolando en uno de los vivos, recomendé "La asamblea de las mujeres" de Aristófanes, me pregunto si alguien lo habrá leído, si lo que digo en esos vivos -en compañía de mi torpeza- repercute o queda ahí, un video más de IGTV. 

    Mis pájaros aparecieron en la primera cuarentena cuando todavía no los percibía en las redes de los algoritmos. El 1 de abril escribí en el cuaderno negro con florcitas: Suena esa música de meditación y los pájaros se dicen todo lo que las personas no podemos decirnos. Lo hacen sin celular ni computadoras; se hablan tan lindo, la voz corre por el cielo. Otra vez quisiera ser gaviota o golondrina. Ya no la golondrina como "El llanto de la golondrina", ser la golondrina que canta y que canta libre. Es la escritura que llamo "en bruto", pienso en el concepto de "en potencia" que explicaba Castagna en sus clases de Filosofía. En ese momento -primera cuarentena- envidiaba a las dos rosas rojas de mi jardín, ahora están creciendo y temo que para cuando estén florecidas, las envidie por tercera vez.

    Septiembre, qué me iba a imaginar que llegarían tantos pájaros a este jardín, parece la película de Hitchcock pero sin escalofríos. Cómo saber si a quién dejé picotear, regresará o fue todo una mentira. Bandadas removiendo los rastrojos, ni que las aves callaran, no lo hacen. Habitan acá conmigo en la sombra y seducen el vuelo proponiendo luz, me ponen ornamentos en la ropa y hasta deciden por mí. Hay un huracán, llegó la pajarita linda y no la quieren por "ita". -¿Qué te pasa pajarita linda? ¿No te quieren por chiquita?-escuché decir. 

    No, el monosílabo es no y me pesa esa voz, el reproche por mis "no" cuando digo sí, sí, sí y hasta quedan grabados en audios. Las pajaritas practican otro idioma, se paran en la rama alta de algún Jacarandá o Palo borracho y desde ahí, despluman a los compañeros enfermos, usan su lengua y lamen heridas, también erizan y provocan erecciones. Las pajaritas no son buenas ni malas, son. Existen. Y sí, les gusta la danza del cortejo, ilusas. Zurcen con paciencia el nido que no les pertenece y pronuncian en él las malas palabras proclamadas con ínfulas por Margarita *. 

    Los pájaros me visten el insomnio desde hace años, solían venir a las 3 de la mañana anunciando el reloj, pétalo nocturno. Ahora es una constante y los escucho tanto, los escucho fuerte, creo que no soy la única. Reclaman, piden, lloran, pelean entre ellos y cada tanto, hacen las paces. Despierto y veo las plumas en el piso blanco de mi habitación, algunas mañanas debo limpiar la sangre ¡Con lo que detesto limpiar! Junto, beso, abro las ventanas y entra el sol. Si festejan , yo festejo. 


*Gracias Lucía

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