Rimas desnudas

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    Hace tres años que paseo desnuda por el departamento. Salgo al balcón y no importa si un par de ojos me saludan cruzando la avenida. De todas formas, a esas ventanas -siempre abiertas- nadie las habita. Me apoyo sobre la baranda de hierro, estiro un poco el cuello -sin molestar a las plantas- hasta ver completa la vidriera de la juguetería; cuando el Pinocho de madera comienza a sonreír, retrocedo y vuelvo. 

    Pienso en mi amiga -¿Por qué no me resulta extraño que hoy no tengas puesta la bombacha?- Es lindo citar a mi amiga, ella no me juzga aunque a veces dice -¡Vestite, Belén!- Es imperativa y para ciertas cosas, también comprensiva -Nosotras no juzgamos, Be.

    A mí sí me gusta mirar. Me encanta hacerlo con la luz del día. También disfruto compartir la piel con la luz apagada, me acuerdo de esa vez que vi absolutamente nada y sentí absolutamente todo. En un momento apareció la gata negra en la esquina de la cama, te tocó los pies y provocó mi carcajada. 

*

    Todas las vanidosas estamos rotas, así empieza la conversación de hace unas semanas mientras bailaba con mis sombras en el espejo, apareció la del fresno en el ropero. Con el tiempo, las hojas finitas se hicieron amigas del corpiño y la bombacha. Mi ropa interior habla, dice que no extraña nada. 

    

* Estoy escuchando este disco > Hasta el fin del mundo