Prejuicios



Cuando mamá organizó la fiesta de disfraces


    Sigo pensando que me sé lastimar mejor que nadie porque la lengua filosa vive conmigo, somos nuestro propio demonio y hacemos de este mundo nuestros propio infierno, dijo Chaplin. Estoy llena de prejuicios, decirlo capaz no sirva de mucho pero negarlo tampoco. El juicio previo es un acto reflejo, la poca o mucha experiencia en algo nos pone en estado de alerta a tal punto que preferimos abandonar la humildad por una soberbia asquerosa. A principios de este año escribí Quiero ser más libre de mí porque descubrí justamente a quien me cohibía.
    Algo sobre mi madre: conoce el lenguaje del amor, cocina increíblemente y tiene sueños que no sabría cómo describir. Debo confesar que mi inconsciente ha percibido algunas cosas, así como las percibe mamá, y la sensación de plenitud cuando las intuiciones se confirman, es tan extraña como hermosa. Como he dicho en otra publicación, disponer la mente para el sueño es una decisión, una actitud de apertura. Esa actitud de apertura es una cualidad de mamá -por eso la quieren tanto- y esa actitud es la que deberíamos adoptar para dejar de prejuzgar. El otro día vi el final de la película de Almódovar y me quedó resonando la última frase de Agrado "Cuesta mucho ser auténtica señora; y en estas cosas no hay que ser rácana, porque una es más auténtica cuanto más se parece a lo que ha soñado de sí misma."
    Llegó el momento de Cumplir años, me encanta hacerlo en el Día de los muertos, me llena de goce. Durante la adolescencia me parecía una fecha macabra, ahora le encuentro mucho sentido por saberme romántica, por profesar los versos de José Luis Bernárdez, por haber construido Paisaje de amor muerto y por estar acá, tratando de conquistar mi libertad muriendo los propios prejuicios. Mamá, entre muchas otras cosas, es maestra y repostera, y de cada fiesta infantil hacía un despliegue de cotillón, juegos y comida; podría escribir y escribir recordando los festejos organizados por mamá, siempre supo cómo acercarme a la propia fantasía.
    Me gusta celebrar que estoy viva. Algunos años no la pasé muy bien, recuerdo la mañana que lloré en el baño de la Universidad y el año que murió mi bisabuela. A ella también le gustaba festejar su cumpleaños, lo hacía en la semana de mayo, el 22, y siempre nos pedía docenas y docenas de pastelitos de membrillo. Mamá es toda abundancia como su abuela, ojalá en cada aniversario me vuelva más como ellas y muera a la parte de mí que se juzga por vivir. 


P.D.: Gracias a quienes se sumaron a este Diario abierto, espero se encuentren. Abrazo grande, ya festejaremos y bailaremos. 

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