Nada me pertenece

Quién fuera, una canción para hacer click y escuchar



Si pudiera impedir 
que un corazón se rompa 
no habré vivido en vano. 
Si pudiera calmar
el dolor de una vida, 

o hacer más llevadera una tristeza
o ayudar a algún débil petirrojo
a que vuelva a su nido,
no habré vivido en vano.

Emily Dickinson


    El herbario de Emily fue la primer correspondencia de marzo, llegó mientras leía Morí por la belleza. Después de peregrinar ensoñación y locura, podría decir que mucho de lo que hago desde mi habitación tiene que ver con ese poemario de Dickinson. Hace rato que ronda el "nada me pertenece" y ahora ¿Qué decir? Mi cuerpo por momentos no hace caso, toco la tierra y pareciera ser el único contacto presente. La tierra no es eso que creemos que es cuando decimos "tierra". Le ponemos nombre a las cosas para tener cómo llamarlas y no siempre acertamos porque no todo se puede nombrar, es la magia que cambiamos por palabras en esta eterna cuarentena. Tampoco quiero enojarme con el lenguaje, no, no es eso, es que estoy un poco cansada de las listas, del "cuidate" y de muchas cosas que se enumerarían en un lista y tendrían que ver con el "cuidate". Ay, espero no sonar hipócrita con este discurso porque hay nuevo récord de infestados y la situación se agrava. Me preocupa que le tengamos miedo al abrazo, también: el literal y el imaginado.

   Honestamente, iba a hablar de otra arista de "nada me pertenece", algo en relación al cuerpo y las recolecciones, pero el lunes escuché una nueva historia de suicidio que incluye a una nena de 11 años, eso hizo que borre todo el texto que había escrito y empiece de nuevo. Estoy trabada, hoy no me sale verbalizar el pensamiento con liviandad porque tengo la sensación de haberme equivocado mucho. Mis amigos hermosos, ante el cúmulo de inseguridad por tanta cosa virtual, respondieron diciendo "nosotros que te conocemos sabemos cómo sos, tranquila Belu". 

    La esperanza con plumas de Emily hizo efecto y acá estoy, esperando de carne y hueso. 


La casa imaginaria

En aquel rincón abandonado
que carece de lugar y tiempo
-capaz de arrebatarme los suspiros-
se rompe nuestra vida juntos contra la escollera

y entre el vaivén, 
        de lo que es tuyo
        y lo que es mío
veo la tormenta, la escucho
doy la primer brazada
no tengo miedo, estoy liviana

te quedaste con todo.

    

P.D.: Acaba de llegar un mensaje de mi neurólogo "Cuidate Belén!", parece el punto final irónico de todo esto. Voy a terminar acá, aten los cabos sueltos del título que votaron. 

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