Poción de Mandrágora

Entra un viento fresco por la ventana y me teletransporto a Córdoba. 
Hoy me siento una de esas mañanas de sol después de una noche de lluvia. 
Me viene el perfume a la sierra y los deseos de viajar a la geografía de un cuerpo. 
Imagino todo ese verde, los pies en el río, la peperina, campos de lavanda... 
Estoy pensando en la magia.

[Fragmento de publicación, noviembre 2019, la pueden leer haciendo "click"]



    Mi hermana me dijo que deje de arrastrar los pies mientras camino, que levante los pies, que camine mejor. Tiene razón. La semana pasada, mientras hablaba de cualquier otra cosa con Luli, me confesó que cuando venía a casa en la adolescencia esperaba escuchar los consejos de Clara. Hace unas semanas que lo sospechaba, y cuando ella lo dijo, no me pareció extraño sino todo lo contrario, confirmó la especie de telepatía que estoy desarrollando en pandemia. A mí también me gustaría dar buenos consejos, ser la persona que alguien necesita cuando busca una respuesta. Lo escribo riéndome aunque me da un poco de pena no ser esa persona, qué sé yo. Supongo que cada cual aporta lo que tiene o lo que le sale más rápido. Como diría Álvaro, no se trata siempre de acoger sino de aceptar, también él tiene razón.
   Peperina la escuchábamos mucho en los primeros años de la universidad cuando compartíamos habitación. Soy afortunada de que Clara sea mi hermana y me alegra que mis amigas puedan ser amigas de ella, también. El domingo le conté mis dolencias a Sofi y dijo que ya es hora de sacarme de encima los fantasmas, que basta de látigo. En los últimos meses escribí muchísimo sobre eso y hasta le escribí a las sombras lindas, como la del jazmín chino en la pared rosa del taller. Debo ser la persona que necesito para mí. No te castigues más, Belén.

    Poción de Mandrágora, también necesito eso, el mundo la necesita. 


*


 Hoy me llegó "Pétalo nocturno", vino viajando desde Córdoba. 

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