Vidrieras de intimidad

Oh Dios! Perdona que haya hundido mi vida
en un oscuro sueño de amor.
¿las lágrimas de la angustia alguna vez
lavarán la pasión de mi sangre?

Elizabeth Siddal, El paso del amor.


De la serie Te regalo fantasía, 2020.

 

Estoy sentada sobre mi cama, hace media hora que llegué de trabajar. Regué las plantas, me lavé la cara, los dientes y los pies. El pantalón de jean descansa estirado sobre el acolchado de florcitas, conservo puesta la remera roja de hilo que hace juego con mi bombacha mitad de lycra mitad de encaje. El pelo lo llevo atado, un rodete prolijo, limpio, como la cara. La boca rosa (debe ser el jamón crudo que piqué de la heladera antes de salir a regar). Me miro en el espejo de la habitación y me gusto, tanto que atino a agarrar el celular para sacarme una foto y subirla ¿Por qué lo haría? ¿Para decir que empecé a escribir la publicación cuyo título fue elegido por once personas? Distraída, dejo que el mosquito con patitas rayadas me pique, espero no sea dengue.

Se me vino a la cabeza Boris Groys y su texto Volverse público (2014), el campo artístico refleja comportamientos de una sociedad que consume vidas ajenas. No quisiera sonar dictatorial ni ruda porque no creo tener una verdad de ese estilo ni me creo capaz de plasmar todas las posibles posturas, negando la existencia de verdades más justas. Lo cierto es que un amigo vino a cenar a casa la semana pasada y le conté de un viaje del verano, a lo cual preguntó: - ¿Hay fotos? Creo que no vi ninguna foto. Guardé silencio, pensé qué responder y lo hice mal. Hay algo que ocupa mi cabeza desde hace años, le puse así a un poema medio pelo: De por qué no haría publicidad. Me gusta hablar con liviandad respecto a lo malo de algunas cosas que hago. Estela Figueroa dijo conservo del poema malo su esqueleto precario.

Retomo el primer párrafo de este texto y continúo diciendo que, a veces, soy un desperdicio; así como lo digo de mí, lo digo de vos, es un desperdicio no compartirnos y ahí es cuando nace el ímpetu de rellenar la vidriera. Retomo el segundo párrafo y parafraseo a Groys cuando sostiene que la actividad artística se ha vuelto un gesto débil, pero en vez de actividad artística propongo la palabra vínculos. Cuando una persona arriesga su soledad al compartirla con alguien más, compromete el jardín secreto, o al menos eso profeso y así ando, ultrajada, me dejaron violencia adentro. Estoy buscando descoser de mi vida lo que hace daño, como hizo la tía costurera de Misael Castillo. 

Cuesta valor y detalle el tema que nos convoca, es así que busqué publicaciones del blog en abril del 2020, cuando la intimidad salía por la pantalla como pan caliente. Encontré una carta pública para Franco -jugábamos a la correspondencia en Poesía en casa- y allí aparece Elizabeth Siddal. La leí con nostalgia feliz, tres años de aquel artificio que provocó la verborragia sin mesura y un doble de riesgo amoroso. Tuve que eliminar el final de lo que había escrito para hoy, no quería venderme melanco ni prepotente.

Llevo en mi corazón una caja de tesoros sin mostrar, mantienen el brillo del milagro. 



* Las palabras azules son hipervínculos, qué concepto!

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